Si eres de los que nunca pagarías por ir al Farm Aid, odias el banjo y el maíz asado te produce urticaria... ¿Que coño se te va a perder a ti en el Huercasa?

No debería plantearme intentar convencer a nadie, no sea que el evento de Riaza pierda ese encanto único que le dan su especificidad, su maravilloso entorno y las gentes que lo frecuentan. Además, a fin de cuetas, el objetivo de este texto no es el adoctrinamiento sino la pura crónica de un par de días que resultaron difíciles de repetir.

El festival de Riaza volvió a abrir el abanico y dio cobijo a otros estilos dentro de la denominada música americana de raíz más allá de los más tradicionales sonidos countries: el blues, el swing, el southern rock,... poniéndoselo así más difícil a los “imaginativos” coreógrafos de las monótonas “line dance”.

Las reticencias iniciales de los escépticos en anteriores ediciones se superaron sin grandes traumas y este aperturismo le vino bien tanto a los usuales como a la organización. Personalmente los años me han enseñado a no denostar géneros sino a disfrutar aquello que me gusta y a dar al menos una oportunidad a lo que no acaba de llenarme.

Viernes 14/07/23

La cosa arrancó a golpe de rock sureño con los mineralizados y supervitaminados Red Beard quienes de la mano de J.J. Fleitas, frontman y lider de la formación, superaron con sobresaliente el hándicap de romper el hielo a plena luz del día ofreciéndonos temas ya clásicos de su repertorio y nuevos, pertenecientes a su excelente último larga duración “Die Tying” grabado en los FAME Recording Studios en los Muscle Shoals (Alabama).

La banda consigue hacerte olvidar su origen insular sonando como la más genuina de las formaciónes del otro lado del Atlántico. El trabajo duro, el sacrificio y la constancia los han elevado, sin lugar a dudas, a lo más alto del podium europeo en su estilo. Se subió al escenario, colaborando en un par de temas, el tejano Charlie García (guitarra y voz).

Le llegó el turno al decano de la edición, al sr. Robert Finley, que a sus casi 70 años le correspondió aportar la dosis justa y necesaria de blues, gospel y soul a la presente edición. Con una historia de “reconocimiento tardío” similar a la de otros muchos músicos de color americanos (veterano del Vietnam, carpintero de profesión, glaucoma,…) quiso dejar claro aquello que proclamaba entre lamentos en su primer disco: “Age don´t mean a thing”.

En la más pura tradición de los “blues storytellers” sus temas nos hablan de experiencias vividas, de anécdotas contadas con su peculiar personalidad y su poderosa voz: “una de las cosas que amo de la música es que, cuando crecía y vivía en el sur a nadie le interesaba lo que tenía que decir o lo que pensaba. Pero cuando comencé a decirlo a través de canciones, la gente me escuchó”. Estuvo acompañado de su hija a la que le permitió regalarnos con una excelente versión de “I`d rather golding” de Etta James que acabó fundierndose con el “Tennessee Whiskey” de Chris Stapleton. Un buen bolo que nos hace presagiar una más que recomendable gira por nuestro país hacia finales del presente año o principios del que viene.

Los terceros en discordia fueron unos The Sadies a los que los que se les esperaba con curiosidad. Primero por ver como encajarían dentro del festival de esencia fundamentalmente country y segundo saber como solventaría la banda la reciente perdida de la guitarra de Dallas Good. Ambas cuestiones quedaron resueltas en cuanto la banda se subió al escenario. Los recursos del hermanísimo Travis y la solvencia de la base rítmica de la banda no dejaron a nadie indiferente.

Por supuesto que se echó de menos la singularidad de la pareja de guitarras que en otros tiempos ponían al respetable del revés, pero el futuro de los The Sadies está garantizado, tanto en formato trío como en un hipotético cuarteto, en caso de encontrar la horma del zapato adecuada para restañar el ansiado dúo. Surf, country, garaje,… despliegue de eclecticismo y voluntariedad al ciento por ciento. Un acierto la presencia de los canadienses a pesar de las circunstancias.

La noche se cerró con la presencia del californiano Jesse Daniel por vez primera en Europa. Ahora si que había llegado la hora del purismo, de la ortodoxia y la tradición del mejor sonido Bakersfield para hacer las delicias de los danzantes en linea y de los rudos cowboys patrios. Sin alharacas ni excentricidades supo ganarse también al resto del público asistente no incondicional del rodeo ni de la zarzaparrilla. Extraordinarios músicos en una banda en donde la steel guitar de Caleb Melo y la presencia en los coros de la compañera sentimental del californiano, Jodi Lyford, brillaron con especial fulgor. Un breve pero emotivo acercamiento al tex-mex chapurreado en castellano y homenaje a mister Merle Hagar completaron el bolo.

 

Sábado 15/07/2

No sólo de música vive el hombre así que tras el correspondiente atracón de lechazo bien regado con ribera del Duero en Aranda volvimos a Riaza para disfrutar de la segunda jornada festivalera.

Haré mención a lo que desde mi punto de vista fue un error de organización: el orden de las actuaciones del día. La cosa comenzó a mil, se mantuvo en calidad pero bajo en intensidad, para caer en picado en una tercera actuación (eso si, ideal para irse a cenar) y rematar la jornada y el festival por todo lo alto. Yo hubiera programado de menos a más comenzando con Tennessi Jet, continuaría con Eilen Jewell y remataría con la Perra y los Perros… Pero vayamos a los hechos.

La rompió Alba Blanco aka La Perra Blanco con la energía y el desparpajo que la caracterizan a pesar de estar “llenita” de SARS-CoV-2, lo que no deslució para nada su despliegue vocal y guitarrero. Guillermo González y Alba se “instalaron” entre el público, mientras Jesús López aporreaba sin concesiones sobre el escenario, en uno de esos arranques de “espontaneidad” con que la gaditana suele alcanzar la conexión máxima con el respetable.

Si aún no los has visto te estás perdiendo algo grande. Rock n roll, hillbilly, country, rhythm and blues… primera hora y poniendo el listón e lo más alto. Un diez como siempre para Alba.

Se subieron luego a las tablas la sutileza, la voz sedosa y la sensibilidad a flor de piel concentradas en el frágil recipiente que es Eilen Jewell, artista irrepetible tanto tanto en la faceta compositiva como interpretativa. Acompañada de la banda habitual en la que sobresale un extraordinario Jerry Miller, guitarra de los míticos Moby Grape, quien se encarga de pulir y dar esplendor a los temas con el extraordinario gusto y la sobre actuada técnica que se le cae a mares de entre las cuerdas.

La de Idaho dejó momentos sublimes con sus medios tiempos primorosos subiendo en intensidad con versiones de Besie Smih y la mismísima C.C.R. Deseando volver a verla en una gira por territorio nacional.

Por vez primera en nuestro país le llegó el turno a Tennesse Jet. Arriesgado bolo del “one man band” que para la ocasión se hizo acompañar de un bajo y un multiinstrumentista que lo mismo agarraba un violín, que el banjo o un lampsteel. Cambios de instrumentos que precedidos de grabaciones a modo de introducción hacían que el show discurriera a borbotones, sin fluidez. Una mezcla de tradición y vanguardia que no consiguieron convencer a todo el mundo. Él mientras se dedicaba a la guitarra y a la percusión simultáneamente. Versiones de Radiohead (Creep) y Nirvana (Something in the way). Show arriesgado que personalmente no me gustó.

El plato fuerte de la noche cerraba definitivamente la presente edición: los canadiense The Sheepdogs. Capitaneados por los hermanos Currie (intereseante su Lp “Vol.1” fuera de la banda bajo el nombre de BROS) y con la incorporación de un excelente nuevo guitarra, Ricky Paquette, no nos defraudaron a los incondicionales e hicieron nuevos acólitos entre los que aún no habían tenido la suerte de verlos donde realmente lo dan todo: en el directo.

No inventan nada, no les hace falta. Desarrollan a la perfección y con gran energía algunos de los estilos que a un servidor más le ponen: hard setentero, southern rock, boogie rock,... Influencias de los Allman, Skynyrd, Thin Lizzy, Zeppelin… Armonías vocales excelsas, riffs impecables, de esos que corea el respetable, buenos temas y músicos versátiles intercambiando instrumentos sin ningún tipo de problema. Receta de éxito asegurado. ¡La de horas de vuelo que llevara la banda para poder alcanzar el extraordinario juego que dan en directo! Sin ningún lugar a dudas una de las más en forma del actual panorama musical.

Se acabó la edición del presente año pero seguro que vendrán tiempos aún mejores:

Just can't wait to get on the road again
The life I love is makin' music with my friends
And I can't wait to get on the road again
And I can't wait to get on the road again...