Pues ya tenemos nueva banda galega favorita por estos lares. Proceden de A Coruña, se hacen llamar Greasy Belly y han debutado recientemente con un disco titulado “Suck The Belly In”, compuesto por diez temas, cuyos riffs de guitarra, los aproximan al boogie-rock de acento sureño.
Afortunadamente, para el que esto escribe, se alejan de las típicas construcciones soporíferas existentes en cierto tipo de rock sureño, en el que las variaciones, desarrollos instrumentales, virtuosismos varios y distorsión al 10, solapan la esencia de “la canción para ser cantada y recordada en el tiempo”.
Hace unos días, cuando los escuché por casualidad, pensé que eran estadounidenses, lo que vuelve a confirmar – otra vez – que tanto a nivel nacional como en Galicia, los grupos de rock,n,roll gozan de una salud y calidad fuera de toda duda y que nada tienen ni deben envidiar a otras formaciones anglosajonas.
Vamos a hacer un “experimento” en el Canedo Rock, a ver qué pasa. Y hablo de experimento, porque vamos a recomendar un disco de puro pop. Pop blandito, pero de calidad. Porque tengo la impresión de que, todavía, a día de hoy, el pop (como género) dentro de un sector de la parroquia rockera – entre la que me encuentro – se encuentra un poco denostado. Claro; muchos están acostumbrados a pensar en ese pop prefabricado en platós de televisión, en ese pop eurovisivo o en el mejor de los casos, en ese pop que solemos escuchar en los festivales más actuales y masivos. Pero sí; existe el pop de calidad con músicos que tocan sus instrumentos y visten sus temas de manera esplendorosa.
Hoy nos detenemos en el único álbum de título homónimo que sacaron a la venta en el año 1969, el conjunto de Austin (Texas), The Clique, para el sello White Wahle. Un ramillete de canciones en los que se decantan por un pop de arreglos orquestales y puntuales acercamientos al soul, en donde sobresalen unas melodías y armonías vocales que parecen irradiar los rayos solares más luminosos.
El otro día, me preguntaba un colega, si después de tantos años escuchando los mismos géneros y subgéneros musicales, mi capacidad de sorpresa no se veía mermada. Le contesté que por supuesto que sí, pero que la pasión y sentimientos que despiertan en mí esos estilos, permanecen intactos. Y es que llega un punto, cuando has escuchado tantos géneros diferentes, que no vale la pena forzar y desde luego - para el que esto escribe - esto no es una competición por ver quién es más abierto musicalmente. Aquí se trata, nada más y nada menos, de disfrutar, de sonreír con una canción, de llorar emocionado o de bailar como un maldito. La música, como goce. No hay más. Después de probar el bacalao varias veces – por muy estimado que este sea –, de conducir un Lamborghini o de darle varias oportunidades al gran estreno cinematográfico del año, si algo no entra, no entra y vuelves a lo que te conmueve. En esta vida hay cosas que gustan y otras que no gustan y creo en el arte más como un disfrute – aunque tus inclinaciones sean más limitadas – que como un cajón desastre en el que prime el conocimiento más completo por encima de una pasión más “restringida” (que algo de eso también hay en estos tiempos “modernos”). ¿Cuántos minutos de tu vida debes de (mal) gastar hasta que te acostumbres a ese disco, a esa banda o a ese estilo que tanto te recomendaron y que en principio no te dice nada? Al que le guste de todo, en sumo grado y en cualquier momento, solo puedo respetarlo, felicitarle y darle un aplauso. No es mi caso y ya que estamos...suelo desconfiar de las personas que afirman eso. Es lo que hay.
Uno de esos discos que me acompañan cuando salgo de jarana los fines de semana, es esta segunda obra discográfica que publicaron en el año 2008, los angelinos Prima Donna y que responde al título de “After Hours”. Mientras me cambio y acicalo, suena a todo trapo este compendio de canciones que se mueven entre el rock,n,roll y el punk-rock. Llamarlo glam-rock, si queréis.
Salimos a la carretera, destino Athens (Georgia). Allí nos esperan The Pink Stones, un sexteto que este año 2023 publicaron uno de esos discos esenciales para escuchar en los grandes espacios abiertos o en algún honky-tonk de vía secundaria en el que paremos para echar unos tragos y recordar algún enganche amoroso.
Con una producción que resucita el sonido Tulsa que eclosionó durante la primera mitad de los años 70s – con esas cadencias tan hipnóticas y sensuales – nos encontramos con un trabajo que puede compararse al que grabaron bandas de la época dorada del country-rock como New Riders Of The Purple Sage, Pure Prairie League o Commander Cody & His Lost Planet Airmen entre otras.
Las veces que discutí con colegas intentando demostrarles que el extinto dúo Pereza tenían una base de rock,n,roll, ya ni las recuerdo. Independientemente de una producción comercial acorde a los tiempos y un sonido “blando”, sus técnicas y estructuras – que aprendieron tocando en garitos desde cero, pues no han sido nunca estos unos músicos prefabricados en estudio – bebían de la escala pentatónica de blues y de los riffs que The Rolling Stones y Marc Bolan & T Rex desplegaban en sus discos. Pero ya se sabe como funciona esto: llega el productor de turno, encierra a los músicos en un estudio y edulcora el sonido y demás arreglos, para que una vez registrado el disco, llegue a la mayor parte de público posible. ¡Pero es que The Beatles, The Rolling Stones o incluso The Who en los 60s eran comerciales! ¡Y hacían rock! Y hablo de comercialidad en cuanto a texturas y maneras de hacer las cosas, independientemente de que vendas mucho o seas muy popular. Canciones asequibles, con gancho, para llegar a la mayoría; otra cosa es que lo consigas y aún así no dejarías de ser comercial. ¡Que el rock puede ser comercial, que a veces parece que se nos olvida! Pienso en los riffs del “Enter Sandman” de Metallica y en el “Come As You Are” de Nirvana y no encuentro cosas más comerciales. La comercialidad no es cosa solo de la música pop. Y tampoco debemos olvidar que Rubén Pozo había tocado la guitarra en los imprescindibles Buenas Noches Rose y Leiva la batería en otros practicantes del rock mestizo como son los añorados Le Punk. Poca broma.
En la segunda mitad de los años 80s y cuando La Movida madrileña declinaba, en el barrio de Malasaña, comenzaba a gestarse un movimiento que apostaba por subgéneros de influjo 60s como el rhythm,n,blues, el beat y estilos del rock más combativos como el punk-rock o el garage-rock que ya a principios de los 80s, en buena parte de Europa y en Estados Unidos, habían conocido un “revival”.
De ese ambiente, surgieron Los Potros, este quinteto que pasó a ser trío y que con el devenir de los años pasó del más absoluto anonimato a ser reivindicado entre los entendidos de los circuitos más subterráneos.
Hoy nos detenemos en el estreno en solitario, del que fuera guitarrista, compositor y vocalista del grupo inglés, The Dogs D'Amour. Hablamos de Tyla J. Pallas, que en esta ocasión se aparta de la actitud e interpretación glam-rock de su banda madre y se escora más hacia el clasicismo folk, blues y rock que vacas sagradas como Dylan y Neil Young desarrollaron durante los años 70s. No debemos olvidarnos tampoco de la influencia que despierta en nuestro hombre, el buen hacer de otros obreros y románticos del rock, como son Keith Richards o Nikki Sudden en los siempre reivindicables Jacobites.
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