Fue la comarca de Ferrolterra, concretamente la ciudad de Ferrol, la encargada de acoger una de las fechas de la gira de una de las figuras emergentes, en los últimos años, dentro del circuito americano y mundial del R&R de los 50. JD McPherson asentaba sus posaderas en una ciudad, que dada su ubicación, y los tiempos difíciles que vivimos ha sido brutalmente golpeada y ha quedado relegada a un 2º plano a nivel cultural y tristemente también a nivel económico.

 

Gracias a I Wanna Management, encargados de todo el tinglado, la ciudad fue protagonista y esperemos que esta apuesta impulse y traiga en días venideros noches como la vivimos el viernes 16 de marzo. Ferrol se lo merece.

 

Con toda la ilusión y con el equipo al completo (redactor/fotógrafo) CANEDOROCK se desplazó a Ferrol para asistir sin lugar a dudas al concierto estrella del fin de semana en toda la comunidad y uno de los más importantes del año para el que escribe. El lugar para acoger un evento de esta envergadura fue el Auditorio de Ferrol. Con una capacidad para 800 personas y con una acústica envidiable la noche prometía y la expectación era máxima. Al menos, por lo que pude observar, el patio de butacas estaba repleto lo cual era un síntoma de que las “hordas roqueriles” se habían movilizado desde todas las latitudes galaicas para disfrutar de este distinguido evento.

 

Para la ocasión Mcpherson vino teloneado por Charley Crocket. Natural de Texas y curtido en las calles de New Orleans y París, el tejano nos propone vagabundear a lo más profundo de los Estados Unidos descubriendo un country-folk muy enraizado. Así los sombreros y las camperas bien afiliadas son el “look” perfecto y campan a sus anchas para la ocasión.

 

Con un set al uso de R&R con batería, bajo y guitarra, Crocket complementa a la banda con su guitarra acústica y su cálida voz. Sonidos limpios y espaciados, en la guitarra, así como unos ritmos de batería muy sutiles y delicados son el santo y seña de sus directos, donde sus letras y su voz toman todo el protagonismo siendo las melodías de guitarra eléctrica el apéndice perfecto para encasillar su estilo en el “country”. Sonaron cuatro temas con sabor puramente americano donde el sonido era impoluto. Fue ahí cuando el artista, en un gran esfuerzo, pronuncia sus primeras palabras, en un castellano-indio, para dejar patente que su música proviene de Louisiana y Texas.

 

Curiosamente el concierto se torna, para sorpresa del que escribe, y el artista deja a un lado su faceta “country” y pivota hacía el “soul”, dejando evidencias considerables de su buen hacer en dicho estilo. Algún tema propio pero sobre todo versiones como el clásico del R&R “Whole Lotta Shakin' Goin' On” popularizada por Jerry Lee Lewis, nos dejaron la mejor de las presentaciones en unos cuarenta minutos de actuación. Brillante Crocket.

 

 

Y llegó el momento estelar de la noche. Después de una parada para poner todo el arsenal a punto, JD Mcpherson pisó las tablas del auditorio de Ferrol envuelto en una gran ovación. Lo acompañan Doug Cororan a la guitarra, Rayner Jacod en los teclados, Jason Smay a la batería y Jimmy Sutton en las partes bajas. Venía presentando su tercer y último trabajo titulado “Undivided Heart & Soul”, un disco atípico que se une a su corta trayectoria pero que mantiene el tipo en cuanto a energía y sobre todo a originalidad sin perder la singularidad del R&R de los años 50.

 

El de Oklahoma se nos presenta con su atípica guitarra, hecha a medida por Luthier, y descarga bombazos de su primer disco “Signs & Signifiers”. Desde el primer instante un minoritario, pero audaz y decidido público, no toma asiento y se sitúa en el pasillo central del auditorio. Los bailes se suceden y en el tercer tema, la llamada de la selva se hizo presente en mi persona y me dispuse a disfrutar del concierto de pie, moviendo pierna y cadera que es lo que la ocasión requería, uniéndome al grupo de rockeros y rockeras sublevados al formato inicial del evento. A algunos nos resulta muy incómodo estar recostados en un cómodo sillón cuando el R&R suena de fondo. El resultado es un continuo retorcerse, en dos metros cuadrados, que resulta ser muy incómodo para el plácido espectador que tienes al lado.

 

El “tum tum” estaba servido y ya no se podía parar, a pesar de algún que otro intento, eso si fallido, del personal del auditorio. Y que mejor cómplice que el protagonista de la velada. El propio Mcpherson, hacía la mitad del concierto, invitó a todo el auditorio a amotinarse al formato propuesto y todos en pie fuimos de la mano, interactuando con el artista y surfeando en su espectro musical que va desde el “rockabilly” al “rhythm&blues” pasando por un R&R “cinquentero” que se acerca a la frontera y que el artista encara de forma elegante con su aguerrida y a la vez acogedora voz.

 

Sus evidentes y confesas influencias son Little Richard y Fats Domino, pero es su acercamiento a grupos como los Pixies y Led Zeppelin lo que hacen de Mcpherson un artista musicalmente disconforme y discrepante a pesar de estar encasillado en un estilo con raíces profundas. Su garra y su sintonía a la hora de componer sitúa al oyente en un plano dispar y Mcpherson consigue dar una vuelta más de tuerca al engranaje del R&R cinquentero. Su sello es la originalidad que se acompaña con la búsqueda de diversas distorsiones en su guitarra siendo este aspecto atípico en el estilo. Su revolución interna nos conduce a un viaje lleno de matices y su gama de sonidos a pesar de ser divergentes confluyen en un honesto R&R.

 

 

La banda que lo acompaña cumple con su faceta sin demasiado aderezo para el espectáculo. Ritmos sencillos de batería y atmósferas, al uso, en los teclados hacen que el completo protagonista de la velada sea McPherson. El bajista Jimmy Sutton hace una gran labor en las partes bajas alternando bajo eléctrico con contrabajo y dando el contrapunto ideal a la mezcla.

 

Con la gente enloquecida McPherson se retira a sus aposentos y su vuelta se traduce en un ataque directo, por parte del público, al escenario donde se sobrepasan todas las reglas, si todavía quedaba alguna por incumplir. El escenario es un poema que se resume con el gentío interactuando con la banda y bailando R&R a toda pastilla. Imparable el personal cuando sus integras y honestas intenciones eran dejar fluir la energía que le provoca la música de este gran artista. El “bis” duró una media hora donde el público se desmelenó por completo y la simbiosis entre ambos llegó a su apogeo.

 

Y así llegamos al final de esta fantástica actuación que escampó la tarde lluviosa de nuestra querida Ferrol. Esperemos que en el futuro podamos asistir a más conciertos en dicha ciudad y enhorabuena a "I Wanna Management" por acercarnos a tierras gallegas a un artista de esta envergadura.

 

Fotos: Cataica

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