Gracias a La Central de Comunicación y su ‘jefe’ Chema Gallego, puedo disfrutar del doble vinilo de colores distintos y en doble gatefold de estos ingleses que siguen dando muy buenas alegrías a los amantes del hard rock clásico, demostrando que en esta tercera fase (2011 hasta ahora) es pródiga en buenas obras. Danny Bownes (voz), Luke Morley (guitarra), Gary James (batería) y Ben Matthews (teclados y guitarra) siguen unidos para ofrecer otro gran álbum, acompañados de Chris Childs al bajo.

Abrir con “The western sky” es dejar claro el por qué siguen siendo respetados por el público hard rockero: riff a la yugular, la voz de Bownes en plena forma y ese aire a los irlandeses más venerados hacen de esta canción un clásico; puntazo de estribillo y single.

Más clásico es “One day we’ll be free again”, muy Thunder en toda su definición, con ese inicio que sube poco a poco la adrenalina, con esos coros góspel de Carly Greene y Julie Maguire que te elevan más en la escucha, haciendo que la voz de Bownes sea el contraste perfecto; otro gran tema, con efectivos arreglos de guitarra y final contagioso.

“Even if it takes a lifetime” te lleva a las charcas de la campiña inglesa, con ese groove y acústicas que te cautivan según la voz sube registros, acompañados del piano de Sam Tanner, sonando todo muy compacto, buenos coros alegres; agradecido slide y solo de guitarra muy escuela americana de Morley. El bajo de Childs y la batería de James abren la tenebrosa “Black”, una canción que atraviesa por un sonido más profundo, con la voz de Bownes más dramática sobre un ritmo continuo, dejando al fondo unos riffs pesados y un teclado sesentero de la época más fuzz.

La cara B se abre con acústicas para “Unraveling”, bella composición que cautiva por los arreglos del bajo y la voz cristalina de Bownes, dejando discurrir el tema en una especie de medio tiempo setentero, que me ha llegado a recordar a Al Stewart y su disco The Year of the Cat. Los Thunder más clásicos llegan con la potente “The dead city”, otra perla de este disco, riff contagioso, un estribillo pegadizo y todos rockeando a piñón fijo, sonando todo con intensidad. Regresan a su faceta acústica en el inicio de “Last orders” y ese aire folkie británico, para luego acelerar y convertirse en un tema de pub, siendo una composición que arriesga en su propuesta musical y de la cual salen bien parados.

Cierran el primer disco con “All the way”, otro ejercicio de hard rock bien oxigenado, con un riff preciso y un groove contagioso, además de su directo estribillo; tema fijo para sus directos.

El segundo disco se abre con el otro single “Dancing in the sunshine”, otro gran tema de hard rock clásico, con poderoso riff, buena estructura que te lleva hasta un estribillo potente; suena todo contundente, con unas más que increíbles guitarras y ese poso de hammond.

Se meten en el soul rock con raíces en “Big pink supermoon”, demostrando nuevamente que tienen clase y saber hacer, con Bownes hecho un crooner para la ocasión, con el teclado de Tanner llenando todo y unas bluseras guitarras de Ben y Morley que encandilan más su escucha; detallazo ese saxofón de Andrew Griffiths que eleva más si cabe el nivel compositivo. Luego de esta aventura arrecian fuertemente con “Across the nation”, más que acertado video lyric, unos Thunder enérgicos para desengrasar caderas y airear cabellos, siendo otro de sus mejores temas del disco.

Vuelve el contraste con “Just a grifter”, una tonadilla folkie británica con acústicas y el fiddle de Pat Mcmanus, otra arriesgada propuesta de la que algunos no gustarán y que se queda en anecdótico. Enfilamos la cara D final del disco, abriendo un piano y la batería de Harry James la soul rockera “I don’t believe the world”, pedazo de canción que tiene en la garganta de Bownes su elemento más destacado, con esas subidas de tono y ese dramatismo en su interpretación; bello solo de Morley y certeros coros que agrandan la canción. Grueso y potente suena “Disconnected”, de lo mejor del disco, un pedazo de single en potencia, con esas voces dobladas y ese pegadizo estribillo, todo ello aderezado con un ritmo que se te pega a las piernas; buenos coros y lucimiento de toda la banda.

Bajan las revoluciones con la lenta “Is anybody out there?”, composición de piano y voz que hubiera sido el broche ideal al disco, en vez de la directa y adictiva “No smoke without fire”, que te deja con ganas de más, con ese in crescendo hacia un soul rock pesado, teniendo uno de los mejores trabajos en las seis cuerdas. Aun asi esto no baja la calidad del disco.

Portada y libreto muy buenos. Producción muy buena. Este disco será muy disfrutado por los amantes del hard rock clásico británico: desde Thin Lizzy o Humble Pie hasta Little Angels o The Almighty, pasando por la influencia soul rock de Glenn Hughes o Trapeze.

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