Viernes negro en Santiago de Compostela. El conjuro de la queimada estaba servido de la mano de los andaluces Guadalupe Plata. La sala Capitol se vistió de luto para recibir el duelo de los jienenses que con sus atmósferas tétricas, turbulentas y perturbadoras se disponían a fundirnos los plomos. Con el formato de escenario reducido y con poco menos de media entrada el séquito para el funeral se hacía más que suficiente.

Sobrios, como su música, pisaron las tablas sin cruzar palabra. Comienzan sintonizando con el más allá y la guitarra de Pedro de Dios ruge a “fuzz” codeándose con la calidez de los acordes y la cadencia del blues. Buscando sonidos condimentados de emociones que manan de su interior consigue que entres en trance de la mano de su aguda y por momentos agónica voz que acompaña con el “slide” omnipresente en las seis cuerdas. Sin hacer trampas Carlos Jimena aporta ritmos pausados que por momentos evocan a la semana santa. Lo psicótico de Pedro se entremezcla con lo opaco de Carlos y la simpleza da paso a la autenticidad. Paco Luís Martos se encarga del bajo con instrumentos artesanales que nos recuerdan el ingenio en la construcción, con materiales cotidianos, de instrumentos de la música tradicional americana del “bluegrass”. Con un bajo de tres cuerdas y con un cuerpo que emula a una caja de habanos complementa la sección rítmica. También se apoya, en los temas iniciales, en un bajo de una cuerda que brota de una tina de hojalata y que se apoya en el palo de una escoba, cuando menos variopinto. Para finalizar con el desfile de instrumentos tenemos su guitarra Gretsch naranja a la que dota con sus registros más graves y que utilizó hacía el final del concierto.


Estos tres penitentes del blues pantanoso y chatarrero beben de las raíces del jazz, el flamenco y de la psicodelia aunque es el blues la base de toda su eficacia. Su fusión evoca a un surrealismo que se sume en una oscuridad caótica que a la vez es ordenada por los acordes latentes de un blues salido de las profundidades de los pantanos de Louisiana. Por momentos en su eclipsado ambiente entra un rayo de luz en forma de surf rock, recordándonos a los esperpénticos THE CRAMPS. Una mezcla que por estas latitudes me sugiere el término “agallas” y en consecuencia lealtad a uno mismo que es uno de los pilares para no dejarse vencer por las corrientes de la industria musical actual.

Nos golpearon con temas de su último trabajo “Guadalupe Plata 2017” sin dejar de apoyarse en temas más clásicos de sus anteriores trabajos “Guadalupe Plata 2015”, “Guadalupe Plata 2013” y su ópera prima “Guadalupe Plata”. Nombres que hacen honor a su austeridad y sencillez. Así sonaron “Calle 24”, “Baby me vuelves loco”, “Gatito”, la estridente “Huele a Rata” y el homenaje a Violeta ParraQue he sacado con quererte”, entre otros. Nos deleitaron con un par de bises y estos artesanos del blues andaluz se fueron como llegaron, sin ruidos ni aspavientos.

La música de Guadalupe Plata debe escucharse desde las vísceras, como si de una primera toma se tratase, sin tretas ni artificios. Guadalupe te pueden gustar o te pueden aborrecer, pero lo que esta claro es que no te dejarán indiferente.

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