En el tórrido verano de 1892 al ciudadano americano Homer Plessy se le ocurrió la “feliz” idea de subirse al ferrocarril en Bywater, pero no en un vagón cualquiera sino en el reservado para los "blancos". Fue "invitado" a abandonarlo y a trasladarse al asignado a los de su "color". En un acto de rebeldía Homer se negó a dejar su plaza. Fue arrestado y encarcelado.

Este acontecimiento puso a Bywater en el mapa y marcó el inicio de la paradoja legal de la segregación racial dentro del marco de la Constitución Americana bajo la consigna: "Separados pero Iguales", en vigor hasta hace 50 años.

En la actualidad Bywater, uno de los barrios más coloridos y pintorescos de la ciudad de New Orleans en los anexos al Barrio Francés, no pasó desapercibido para Meghan Parnell (voz) y Dave Barnes (guitarra) la primera vez que lo visitaron buscando la esencia del sur de los Estados Unidos. La pareja decidió bautizar a su banda con el topónimo, pues desde entonces y de manera recurrente, reciben "the call" (la llamada): acuden a pasar temporadas desde su Toronto natal empapándose de la gente del sur, sus mercados de artesanía, sus restaurantes criollos y sobretodo de la buena música que lo envuelve todo...

Media entrada en el Café Cultural Auriense para ver a los canadienses. Llegaban a la ciudad, en una noche de lunes, con un gran disco bajo el brazo y con la recámara cargada de premios y reconocimientos. Venían de llenar salas y teatros por el viejo continente, en donde las redes sociales se han encargado de ir haciendo crecer la fama que les precedía. La formación al completo se subió “con calzador” al pequeño escenario del local: la batería de Bruce McCarthy, el bajo de Mike Mensel, el teclado de Alan Zemaitis, Stephen Dyte a la trompeta y Julián Nalli al saxo tenor. Por supuesto, no defraudaron.

Abrieron con Dave afilando las cuerdas de su Les Paul para, poco a poco, ir sumándose el resto de la banda en modo obertura. Sin pausa, con Meghan incorporándose a la formación, la caricia del slide sobreponiéndose al teclado da paso a "Arizona", primer temazo de la noche. Las ineludibles y benditas reminiscencias Tedeschi-Trucks empiezan a asomarse en todo su esplendor. La voz áspera, cruda y emocional de Meghan impacta desde el primer momento.

Terminan el tema y lo empatan con “Forgive”. Imposible mantenerse indiferente. La sólida musicalidad con bases jazzísticas del combo se desarrollan con magistral gusto. Sin palabras: Cambios de ritmo, teclado envolvente y poderosos metales a media canción… miradas de asombro y complacencia en las primeras filas.

A la tercera, un poderoso blues, “This one’s one me”…

Así van desgranando todos los temas de su álbum, dejando que los músicos luzcan sus enormes cualidades técnicas en espaciosos y espaciados solos. Juguetones metales se entrelazan con el resto de instrumentos prolongando los temas según la tradición de las jam bands. Un perfecto balance entre la pasión y la técnica.Tablas, muuuchas tablas.

El soul sureño, el gospel, el rock y el funk se intercalan sin rubor y aparecen las versiones: “The Weith” de su paisano Robbie Robertson, “Right Place, Wrong Time” de Dr. John,… Toda el abanico del variopinto sonido americano desplegado en su máxima esencia para deleite de un atónito respetable.

¡Que ésto no acabe nunca, por dios...!

Hora y media de felicidad.

Merchandising funcionando al cien por cien y sonrisas de oreja a oreja. Una de esas veladas musicales por las que merece la pena llegar al curro por la mañana con un par de horas de sueño menos. Noche que quedará para el recuerdo de los que allí estuvimos al lado de una banda que, de perdurar en el tiempo, dará que hablar.

Desde la fría provincia de Ontario, el más cálido sonido canadiense…

Por si alguien aún tenía dudas sobre el cambio climático.

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