Aires de renovación llegaron con esta última edición del festival de blues al Principal. Tras más de una veintena de años de fructífera colaboración con Alfonso Cito, “habemus” nueva promotora. Eso sí, foránea, como no podía ser de otra manera. Ya somos conocedores de aquello de: “En Orense suena el rock por todos los rincones…” (adviértase el tono irónico), no digo más.
La primera consecuencia ha sido la reducción del presupuesto asignado por la diputación provincial lo que conlleva la supresión de la, hasta ahora, habitual segunda jornada sabatina. Así, el blues, que en ediciones anteriores había abierto genrosamente las puertas a los sonidos “hermanos” del otro lado del Atlántico se ve cada año más relegado del protagonismo que le debería corresponder. De continuar así, tal vez debiera la organización plantearse el cambio de denominación del evento, quitando el término “blues” y poniendo otro menos específico y que haga mención a otros géneros que cada vez van ganando más preponderancia.
También, por vez primera y después de ir bajando en calidad de impresión con el paso de las ediciones, desaparecen los lustrosos folletos con la programación del festival que algunos guardamos como oro en paño desde la primera edición.
Confiemos en que esta edición no haya sido más que una transición a tiempos mejores que están por llegar. Veremos que nos depara la XXII edición.
La rompió con “todo el papel vendido”, Claudio Gabis, quien hacia finales de los sesenta fue pionero en eso del blues en castellano en su Argentina natal militando en el mítico trío Manal. Claudio, afable y parlanchín como buen porteño, lleva más de veinte años en Madrid vinculado con la docencia del instrumento por excelencia del blues: la guitarra.
En la tarde/noche del viernes, junto a los extraordinarios músicos que le acompañaban, nos ofreció clásicos de su repertorio tanto de su período con Manal como de su carrera en solitario: “Bajando a Buenos Aires”, “Casa con diez patios”, “Jugo de tomate”, “Mudanzas”,… temas acogidos con fervor por público vinculado de forma más o menos directa a la Argentina natal del guitarrista, no debemos olvidar aquello de la “quinta provincia”.
En definitiva, más de una hora de buen blues en la lengua de Cervantes, fruto de la experiencia, la constancia y el cariño con la que Claudio nos regaló a aquellos que nos acercamos al Principal para disfrutarlo. Éxito asegurado.
Cerró el día y con ello el festival, con la sempiterna Martha Harvin, a quien “el Padrino” bautizó como Martha High. Rozando las ocho décadas, parece haber pactado con el mismísimo diablo, conservando en plenitud las facultades físicas y vocales. Acompañada por el polifacético Julián Maeso y una formación excelsa de músicos, de los que cabe destacar a Ton Risco al vibráfono y la percusión por “jugar” en casa, la de Whashington demostró el porqué estuvo junto a James Brown durante más de una treintena de años.
Siempre ha demostrado que su capacidad para cantar lo es al mismo tiempo para provocar emociones. La manera en que interpreta cada nota es un testimonio de su dedicación y su pasión por la música. Su voz no es un mero instrumento, es el vehículo con el que te transporta a una experiencia emocional más profunda. Su estilo único se ha forjado a partir de la rica herencia musical que va del gospel al funk. Cada interpretación es un recordatorio a la esencia del blues. Martha no solo rinde homenaje a sus raíces, crea también un nexo que conecta a diferentes generaciones y culturas a través del poder del soul.
El Principal fue una fiesta con sus interpretaciones de temas clásicos del soul y que llegó al éxtasis en un final apoteósico con "The Best" de Tina Turner que perdurará en la memoria de los allí presentes.
El año que viene… ¿quién sabe?