Últimos coletazos de este año 2017, noche de jueves en Compostela, en el corazón del puente de diciembre, aquellos que comemos blues con cuchara, atrevesamos ese "calabobos" que nos acompaña de camino a la Sala Capitol para disfrutar de un nuevo concierto organizado por IdeaRock. Esta promotora es sinónimo de empeño, ilusión y, sobre todo, de buena música: no me cansaré de agradecer a esas personas que, en la sombra, apuestan fuerte por traer directos de calidad a la ciudad: Eric Gales, Mr. Sipp, Nick Moss, James Armstrong o Nikki Hill son recuerdos imborrables que hablan por sí solos de lo que han dejado caer este año por la capital. Y que sean muchos más.
 
Ash Grunwald nace al otro lado del mundo, en las antípodas, donde se dice que la gente está bocabajo y que los remolinos van al revés, Melbourne (Australia), el 5 de septiembre de 1976. Como buen australiano, es un pasionado del surf y, por extensión, de la naturaleza en general. Musicalmente siente la llamada de los sonidos más enraizados del blues pero sus inquietudes le llevan a ir un punto más allá, a dar valor y enriquecer esas notas añejas poniéndolas en un contexto más actual buscando siempre una originalidad que, por momentos, demuestra no estar para nada muerta. Su cofre musical alberga una discografía que comienza en 2002, con el album Introducing Ash Grunwald, y se extiende hasta casi la decena, con su último trabajo publicado en 2015: Now. En esta gira por España, compuesta por 11 conciertos, Ash intenta demostrar por qué se le considera un valor en potencia en el mundo del blues contemporáneo de su país: es un hola a Europa para decir aquí estoy yo. En la Capitol quedó demostrado con un toque de humor: comienza el concierto y un "hola" escueto acompaña a una confesión inevitable: "perdón por mi no español". Risas y aplausos antes de empezar, ¿se puede pedir más? Yo sí, una cerveza.
 
El australiano se presenta en la sala en formato trío, acompañado de Joel Purkess, batería durante años de la banda australiana Mason Rack Band, un músico que sonríe en cada golpe de baqueta, que no pierde de vista a su líder y que arroja una fuerte pegada: Joel es de los que dejan en segundo plano el juego de platos para darlo todo en la percusión más "rudimentaria". El tercero en discordia es "Fernandito" Beaumont al bajo, músico tímido, tremendamente estático, pacífico y poco comunicativo que aporta al grupo un denso, grave y sencillo sonido muy alejado de cualquier artificio de mención honorífica. Imagino que la elección responde a una fulminante marcha de Kris Stangeland, bajista de relieve en su país, Canadá, que venía acompañando al artista en las últimas giras.
 
 
Ash Grunwald es un viajero del tiempo musical, sus talones están bañados en country, su espíritu surge de un blues de dobro y slide, sus cuerdas se alimentan de una distorsión justa que alardea de overdrive mientras apunta al Rock&Roll con disimulo, perfectamente electrificada, conserva su alto voltaje incluso cuando no está presente, en limpio; su voz es ese momento en el que soul y funk quedan para merendar y discuten sobre la definición de falsete mientras cantan blues de campo de algodón al calor de un merecido fuego.
 
Ash está hecho de pasajes que tienden la mano y nunca te sueltan. Tiene la habilidad de coger un riff y desarrollarlo sin olvidar su origen, sin que pierda identidad, contorsionarlo, cambiarle la tónica y estirarlo para hacerlo girar a través del compás más básico y efectivo. Groove es la palabra exacta. Son ritmos que provocan al pie por instinto. Te enganchan porque tejen sorpresa en lo evidente, se apoderan de tu confianza para traicionarte, por suerte, poco después; te evades de lo real esperando más y ese más es siempre otro tema y otro tema porque todos ellos rebosan ese algo adictivo que gusta rápidamente, que se cuela entre neuronas haciéndose eco sin decadencia ni llamadas al aburrimiento. Ash es directo en todos los sentidos y es ahí donde se descubre verdaderamente su calidad de artista.
 
Como guitarrista destaca, sin lugar a dudas, por su mano derecha: es capaz de atacar las seis cuerdas con la contundencia que le daría el uso de una púa y de desplegar la delicadeza que denotan los dedos por definición. Este as en la manga confiere a la melodía una versatilidad importante, construye un directo variado y dota a los temas de sello propio convirtiéndose la guitarra en el eje fundamental de un todo bien formado.
 
En cuanto a instrumentos se refiere, Ash intercala el dobro y la guitarra eléctrica fundiendo la tradición del blues, personificada en el slide y el dobro, con sonidos más contemporáneos derivados de los efectos y de las pinceladas de otros estilos musicales que hablan desde las últimas filas de su pentagrama. Se nota el gusto por una fusión que mima y preserva, con mucho cuidado, las bases más sólidas del blues que conocemos.
 
 
Si hablamos de transmitir, el señor Grunwald se preocupa por acercarse al público riéndose con locura de su propia guitarra cuando esta no quiere acabar de afinar e intentando que todos participen del espectáculo. Esta "necesidad" se deja ver ya en su album debut, I don't believe, provisto únicamente de su voz, su guitarra y elementos básicos de percusión que puede usar mientras canta y hace sonar las seis cuerdas. Si uno quiere hacer esto bien, tendrá que ser un auténtico hombre orquesta o bien escribir estilo con letras mayúsculas para que nadie pueda ver ni atacar su desnudez aparente. Un claro ejemplo es la canción Jesus Gonna Be Here, de una de sus grandes influencias, Tom Waits, que está presente en dicho trabajo. Este tema, en el que su voz y unas palmas llenan el escenario, es una invitación que el respetable no rechazará: y no lo hizo, ayudó con las palmas e incluso intentó arrancarse a cantar una letra que no parecía conocer del todo pero qué más da: lo importante es participar.
 
Y es que la música tiene por patria lo sencillo, es ahí donde está su casa y un par de estrofas cantadas con unas manos marcando el ritmo son una muestra perfecta tanto de lo que este arte puede llegar a suscitar, con tan solo dos trazos, como del poder y la magia que posee incluso en pequeñas dosis.
 
Finalmente, del repertorio del concierto poco os voy a contar: fue una grata carta de presentación del artista, un buen resumen de su discografía incluyendo un par de adelantos de su próximo disco, inspirado en un viaje que hizo por el sur de Estados Unidos para conocer el blues de los trabajos forzados y que, según comentó, verá próximamente la luz. Como versiones fácilmente identificables, además de la citada anteriormente, un arranque rockero con Smokestack Lightning de los míticos Howling Wolf y un cierre inconfundible, de los que no te cansas de escuchar, una y mil veces versionado, llamado Ain't No Sunshine, tema original de Bill Withers (aunque pocos lo recuerden).
 
Gracias por la clase, Dr. Grunwald.
 

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