¡Qué ganas tengo!, escuché en varios puntos distantes del recibidor de la Sala Capitol. Podría tratarse de voces en mi cabeza o de una simple coincidencia de temas sin relación alguna pero el caso es que un "estamos rozando el lleno" desde la taquilla confirmaba las sospechas de una sed musical poderosa a golpe de sábado de carnaval en Compostela. Haga el favor, póngame un blues con dos dedos de Galicia, toque la campana y que empiece el combate.
 
No tan deprisa, a todo gran evento que se precie le precede una espera. En este caso DJ Rafa Morcego, a quien casi seguro encontraréis poniendo música al pub A Reixa una noche cualquiera, fue el encargado de amenizar la previa. Rock&Roll, Soul y Blues se dieron réplicas de forma continuada en una electrizante lista de clásicos como Lucille que anidan en los géneros benditos nombrados.
 
Con el personal ya animado, copa en boca y risa en mano, era el turno de encender el proyector y recordar a los presentes la "excusa" que traía a la Capitol a Los Reyes del KO. Por si alguno no se había enterado, tanto esta actuación, como la del día anterior en el Auditorio de Ferrol, formaban parte de la presentación de la tercera edición del festival VilaBlues que, un año más, teñírá las calles y plazas de Vilagarcía de Arousa con blues de primera categoría. Las fechas y el cartel están por concretar siendo la promo proyectada un resumen de la última edición, celebrada a principios de julio de 2017: Vilablues Band, Angela Brown, Bernard Anderson, Kenny “blues boss” Wayne, The Suitcase Brothers, Red House o José Luis Pardo son algunos de los nombres que se pudieron ver sobre las tablas, Jam Sessions, Master Class y talleres que la organización dispuso para deleite de todos los melómanos. Estaremos atentos a ver qué nos depara este próximo verano en Vilagarcía.
 
Y llegó el turno para el orgullo local, esos pesos pesados que se hacen llamar Los Reyes del KO y que rompían 10 años de silencio en 2017 cuando reaparecían en los escenarios del Festival de Blues de Cazorla.
 
Vayamos más atrás en el tiempo: lejanos ya años noventa, ensayos en la perdida Casa Encantada, "esos punkis que tocan blues" les decían, conciertos en la Casa do Patín (esa en la que una legión de erasmus jugaba hace unos meses a ver cuántos cabían y se les fue de las manos el tema) o la Sala NASA (hoy rescatada como Sala Malatesta) son algunas de las referencias, muy de nota para adquirir visado compostelano, que nos sitúan en el origen de una amistad de dos chavales de la ciudad que se convirtió en forma de vida con el tiempo, el esfuerzo, el trabajo y por encima de todo, la pasión por el blues.
 
 
Sobre la lona, estos dos artistas son en esencia complicidad y compenetración; el espacio entre tema y tema se pervierte en un diálogo entre dos amigos que se vacilan desde el cariño, que juegan a buscar y encontrar a viejos amigos entre el público ("jugamos a dónde está Wally", decía Marcos en una entrevista reciente) y que observan el ánimo del espectador para decidir qué tema vendrá después. Un lujo. Pero es que a esto hay que sumarle el virtuosismo de Marcos con la armónica, capaz de pintar de vida la sencillez de cualquier blues de libro y de sobrecoger corazones con soplos de nota que no parecen querer apagarse nunca. Adrián, por su parte, es voz y guitarra llevando la batuta y el peso rítmico de las canciones esbozando con clase una idea que el resto de la banda transforma en paisajes mágicos para el oído.
 
Retomo la historia porque a Adrián Costa y Marcos Coll pronto se les quedó pequeña la capital de Galicia y el destino quiso que se juntasen, cual efecto 2000 se tratase, en Madrid para formar parte del grupo por antonomasía del blues peninsular: la Tonky Blues Band. Allí empezaron a mamar escenarios y a beber experiencia compartiendo notas y risas con artistas de la talla de Mick Taylor (el que fue guitarrista de los Rolling) o Buddy Miles (batería de Jimi Hendrix y Santana, nada menos). Poco después, en 2002, junto a Javi Vacas (Los Coronas), en sólo dos semanas, graban su primer trabajo "Coll vs Costa". Y como ya se habían pateado todos los festivales de blues de la península, y como desde Galicia para el mundo, cual imperio con ansias de territorio por conquistar, un año más tarde, con un nuevo album recién salido del horno, "Home Made Blues", deciden tomar Berlín, una ciudad en la que lograrán lo más importante para cualquier artista: calar en la gente. Habían nacido Los Reyes del KO.
 
Vuelvo la vista al escenario y me fijo en la calidad que tiene el batería, es el típico que lo ves tocar y te hace pensar que se trata de un instrumento sencillo: nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre aquí es que, desde muy pequeño, Julian Vaughn practicaba con todo lo que encontraba, potas y sartenes incluidas, hasta que su madre le regaló su primera batería a los 12 años. Sucede luego que este hombre se fue de gira con el gran Albert King y durante dos años trabajó también junto al “rey del Blues”, B.B.King. Vamos que no hay mucho más que decir, aún así, por si nos quedaba alguna duda, un solo de batería a medio concierto fue la sentencia definitiva para una ovación que no aguantó más la compostura.
 
 
En el bajo, con traje de fiesta setentera, David Salvador, que toca con Costa en su "nuevo" proyecto The Criers, aportando unas líneas de bajo coloridas y variadas que se ajustan perfectamente a la medida de graves que cada canción requiere para llamar al groove del oyente por instinto. La base está formada y no tiene fisuras, a partir de ahí, todo suma.
 
A la izquierda del escenario, casi entre bambalinas, completando el quinteto, un hombre de esos que transmite auténtica tranquilidad aunque sus dedos sobre el teclado hablen otro idioma muy diferente. Y es que Christian Rannemberg es, ante todo, uno de los mejores pianistas del mundo del blues siendo el único europeo en ganar el Living Blues Award. Sin embargo, también es el alemán de la élite musical que creyó en ellos al verlos tocar cogiendo con gusto la responsabilidad del primer disco berlinés de la banda, "Hot Tin Roof", que tardó año y medio en gestarse y donde encontramos colaboraciones del nivelazo de Sax Gordon Beadle, Guitar Crusher o Herb Hardesty.
 
Con este panorama, la noche del sábado fue un reencuentro esperado y especial, en el que cinco musicazos, con toda naturalidad y buen gusto, hicieron de la Sala Capitol el salón de su casa para poner el acento del blues en la diversidad de estilos que va de las raíces de la música negra, se vuelve rock sin complejos, baila funky con desparpajo, coquetea con el jazz y el gospel y todavía le sobra tiempo para irse al ska y al reagge más carnavalesco y arrancarnos unas risas, un medio entonado feliz cumpleaños Adrián Costa y un sentido, y más que merecido, aplauso final que sabe con ganas a un hasta pronto. Y es que no caímos por KO, lo hicimos por admiración a nuestros paisanos.
 
"El blues es contar historias y siempre tienes algo que decir" (Marcos Coll)