No han pasado ni 24 horas, todavía, y ya vuelvo a estar con los pies en el Riquela, y la mano en el vaso, recién lavado. Sigue lloviendo, como mandan los cánones, y alguien debería indicar, al menos cuando arrecian las nubes, por qué puerta se embarca al concierto en esta sala, para evitarse unos preciados metros de temporal.

Noche americana, tocaba recibir la visita de Aaron Earl Livingston, natural de Filadelfia, cuyo apodo, al menos en lo musical, es Son Little

5 discos bajo el brazo, el último de ellos, publicado en 2022, surgido en el pozo de la pandemia. Este Hijo de predicador, se presenta esta noche, ante nosotros, sus improvisados… feligreses, para demostrar lo que vale: ¿lo conseguirá?

El ánimo sigue ahí, lo noto en el bolsillo, y sin embargo reconozco que hoy traigo las expectativas limitadas en cuanto al hecho de si me va a apasionar el artista que voy a ver. Y oye... qué gusto, a veces, cuando uno está en las antípodas del tener la razón. Zasca, vamos a orar sobre esta nueva conmoción en el Outono.

Son Little. Estamos ante una persona que necesita y aprovecha, como arma y medicina, la música para luchar contra sus demonios interiores. Episodios drámaticos, en su vida, que le llevaron a combatir contra los más duros oponentes del campo de batalla: la depresión, el abuso, la ansiedad y otros, temores y pánicos, variados de los que sólo los valientes hablan sin tapujos. Aaron es soul, puro soul y viene con el corazón en la mano y la realidad en la lengua.

Nueve en punto, el señor Little se asoma y llega escoltado con batería y teclista: me congratulo, aunque todavía no haya averiguado hasta que punto... Corona el silencio, en la sala, y nace el concierto.

Lo primero que me llama la atención no es su voz, es la forma que tiene de tocar la guitarra. Su mano derecha produce un rasgueo ultra suave sobre las cuerdas y, sin embargo, es un rasgueo certero que funciona bien en múltiples situaciones: pocos tienen el toque. Luce una 335 roja, al más puro estilo Chuck Berry.

Y entonces vuelvo a su voz articulada. Es evidente que siente lo que canta y, esa percepción suya, se transmite con la claridad meridiana que se espera de quien pretende hacer soul de primera. Miro alrededor y las caras son de me está gustando. Pero todavía están fríos como banda. Se palpa una timidez en el desarrollo aunque, poco a poco, esto empieza a cambiar, pura metamorfosis, y me meto de lleno en la película.

El batería cierra los ojos y parece que compone en el aire. A veces lo encuentro haciendo que toca cuando no es su turno, en ese sagrado arte de imaginar y perseguir la preciada variante que rompa el hilo de lo esperado.

El teclista se crece e incrementa su presencia, ya no se limita a ser una atmósfera de segundo plano: pequeños matices que se vuelven presentes y todo gana enteros. Ya son un grupo, esto pinta bien.

Son Little tiene un arma infalible: juega a menguar y dilatar su voz y la intensidad general de cada tema. Y esa diferencia te sumerge en la sorpresa, no deja que te disperses. Es soul y R&B, por derecho y manual, pero tiene algo propio en la base musical. Algo que lo distingue y le permite atravesar las raíces más fuertes y llegar a un sonido fresco y contemporáneo. Ya estamos liados.

Sus canciones parecen bucles pero, en cada iteración, el rizo se transforma, se mima, se quiere y se retroalimenta: todos contribuyen. Hay un gran trabajo detrás del telón y es en directo donde se concibe.

Es en esa salsa donde emerge el rey de la noche: el batería. Ya os decía que tardó en calentar pero... una vez explotó... una vez saltó la chispa/fogonazo.. ¡como poseído por el espíritu del mismísimo Dennis Chambers! Fue un verdadero Rey de la Selva de la percusión.

¿De cuántas formas puede, este SER, atacar la misma canción?

Hubo un momento en que yo ya no era capaz de procesar lo que estaba pasando entre esas baquetas. Simplemente dejé que fluyese, un espectador sin voluntad, como el resto de los presentes. Incluido el teclista que se moría de la risa viendo lo que estaba haciendo su compañero. Mortal.

Y cuando se anima uno, van todos a esa rueda. Y ya no era soul, era funk del bueno. Maldito groove de noche de jueves. Un lujo tropezarnos con esa mezcla explosiva que surge del Soul y el Funk en buenas manos.

No me extiendo más, si no pudiste estar allí... a nadie le importan tus motivos: toma buena nota, por si vuelven estos tíos. 

 

Venga, venga... que aún quedan tres días más de Outono Códax Festival! 

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