Independientemente de que Leiva le atribuya una producción pop a los numerosos proyectos a los que se suma, me parece innegable que es un artista que procede del rock. Ya lo hemos comentado en alguna ocasión por estos lares. Después de aventurarse en el rock más temprano de finales de los 50s y principios de los 60s con The Guapos, se ha comprometido con la producción del nuevo disco de Los Zigarros, titulado “Acantilados” (Cultura Rock Records/2023).

Algún colega del gremio todavía me ha insinuado recientemente, que este nuevo trabajo de los valencianos no es un disco de rock. Discrepo, por supuesto. A título personal, me quedo con sus dos primeras referencias discográficas, por sonar más auténticas, menos “adulteradas” en cuanto a sonido y por poseer mejores canciones. Pero esto es primero de rock e incluso me atrevería a asegurar que con mejores canciones en comparación con su tercer y penúltimo disco de estudio.

¿Qué evolucionan? Claro. Pero también es cierto, como todos los que nos pateamos conciertos continuamente, que las bandas en directo ganan contundencia con respecto a sus discos. Eso es así. Y no me cabe duda de que Los Zigarros en directo continuarán siendo esa máquina engrasada de rock con roll que nos hace bailar y sudar como condenados, además de incorporar otro tipo de público acostumbrado a congregarse en grandes festivales. Que sí, que sí; que el rock puede ser comercial y llenar estadios, aunque los patilludos prefiramos las distancias cortas de las salas y garitos.

Y es que aunque hallan limado aristas y el sonido sea más grandilocuente e incluso comprimido, los riffs nervudos, fraseos y solos de guitarra, continúan estando ahí. Añaden más teclados e incluso unos punteos que suenan a guitarras Rickenbacker, como es el caso de la inicial “Aullando En El Desierto” - con matices de órgano psicodélico – o “Mis Ojos”.

Tenemos disparos de rock marca de la casa como “Acantilados” - con coros beodos y predominio de platillos en cierto pasaje – el uso de la espinosa técnica de “slide guitar” en “Casarme Contigo” o “Rock Rápido”.

“100.000 Bolas De Cristal” es un disco-rock que bien podrían componer conjuntos como Lori Meyers o Sidonie. Uno de los cortes con los que menos podemos llegar a identificar a Los Zigarros, pero al que auguramos un éxito seguro en los grandes festivales de verano, gracias a ese “groove” que invita al baile.

Y para los más canallas nos quedan tres maravillas que son la “stoniana” “No Pain No Gain”, que resulta ser un boogie-rock vacilón, para sonreír, menear caderas y mirar al frente sin miedo. Sobresalen unos espirituales coros femeninos en un tema sobresaliente que está a la altura de otros clásicos como “No Obstante Lo Cual”, “¿Qué Harás Amor?” o “Que Demonios Hago Yo Aquí”. Si fuera productor de alguno de sus discos y me hicieran caso, les diría que tiraran hacia esta onda, pero los verdaderos artistas no deben de pensar nunca en el público, solo en ellos. Siempre he creído que el egoísmo a la hora de crear es imprescindible y al que no le guste, vía. Otro tema a destacar es el medio tiempo de aires cabareteros “Como Quisiera”, en el que sobresale el fraseo a modo de riff de una guitarra duplicada, un piano saltarín, unas guitarras que transpiran blues y de nuevo otros coros espirituales. La otra es “Por Fin”; un glam-rock de piano pop, que cuenta con unos “licks” de guitarra que nos retrotraen al buen hacer de Marc Bolan en T Rex.

Hace años intenté introducir a mi hermana en el mundo del rock mediante de The Beatles. No funcionó la cosa y a día de hoy, escuchando esta nueva obra de Los Zigarros, no se me ocurre mejor disco actual que haya escuchado para enganchar a la chavalería más joven en la música del diablo.

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