Koma es un signo de puntuación que divide canciones de un directo en distancias inapreciables al espectador incansable. Koma es un estado cerebral que se caracteriza por una aparente pérdida de la conciencia y la capacidad motora voluntaria en virtud de la autonomía absoluta de las conexiones musicales entre neuronas. Koma es un regreso tan esperado que más de dos horas de concierto valen seis años de silencio sin dudarlo.  
 
Sábado 8 de diciembre, estamos en pleno puente y la ciudad está dividida en dos bandos: los Helloweenianos y los Komeros. La batalla está servida en ambas trincheras y, desde media tarde, el ambiente en los bares de la capital goza de un marcado tinte metalero. A las puertas de la Sala Capitol, tras media hora desde su apertura, todavía se agolpan los fieles con ansias de cruzar un umbral que por unas horas los transportará a una dimensión en la que rock y metal descargarán una auténtica manada de obuses en forma de palabras y notas envueltas en una distorsión de contundencia indiscutible. 
 
Si no es un lleno, poco le falta, pensé mientras observaba el gallinero de la sala bastante más agitado que de costumbre. Me abro paso entre la masa y se oyen risas y cervezas en múltiples círculos del local; la espectación se vuelve especialmente intensa cuando uno se aproxima al epicentro que se ha constituido en las primeras filas. Sobre las tablas, sin descanso e intentando ocultar su rastro con disimulo, una cortina de humo cobra vida buscando un título tenebroso; las luces de la espera dan paso a una oscuridad que se torna en cercana penumbra a los ojos de la noche y la mítica Marcha Radetzky de Strauss sirve de engrase para unos oídos que han entrado ya en el que calla otorga de la conversación. Fuera de plano, un foco solitario desvela, en detalle, el telón de la mirada penetrante y los trazos afilados de una fiera que afirma no dormir nunca y cuyos ojos acechan la transición de los aquí reunidos hacia el lado más oscuro de su sed de tralla. La gira ya está aquí, el espectáculo está a un paso de estallar y su mecanismo es, por suerte para todos, completamente irreversible.
 
 
El ritmo machacón de Los Niños De Lapos Guerra sería el tema elegido para iniciar el repertorio ante una sala plagada de fanáticos que recibían esos primeros acordes de la banda como si estos fuesen los héroes indiscutibles de una contienda figurada. No hay pausa y surge el ritmo panteroso del Tío Sam volviéndose rap metal en las voces intercaladas de Brigi (líder del grupo) y Rafa (bajista). Una marcha más y Jack Queen Jack haría que los presentes comenzasen la conversión de la sala en su campo de juego. El motor ya estaba en marcha, las guitarras de Natxo se afilaban y Juan Karlos a la batería desataba una tormenta de golpes entre ambos bombos aderezada con platos de lujo (preciosa la batera que se trajo): era tiempo de El Pato. Ritmo más que frenético y llegamos a ese falso respiro que termina en caña y buenas dosis de virtuosismo con Natxo a la guitarra (increíble lo que hace con una les paul, para que luego digan que hace falta una palanca) y es que "nunca veremos el cielo tragándonos el dolor": esto es La Revolución.
 
Acordes al aire, ritmos acedeceros y claro sabor a heavy ochentero peninsular: La Chulería emprendería un nuevo rumbo en un concierto en el que no parecía haber tiempo al cigarro. Y así continuaría la sucesión en ráfaga con Jipis, título curioso para una canción que apunta al thrash; Protestantes, un metal moderno con raíces claros de punk rock. Vaya Carrera Que Llevas Chaval, un resumen acertado para la falta de aliento con nueve temas sobre la mesa.
 
Llueve el décimo: aires progresivos y claro homenaje al tango en El Muro de Berlín. Hasta los de arriba acompañarían a Brigi en la letra de El Catador de Vinagre, tema que da nombre al disco homónimo de 1999. Ahora sí, sonido limpio y cálido en ese temazo en vasco denominado Marea Gora que va creciendo hasta encontrar la voz más profunda de Brigi (atención al look James Hetfield que se gasta con explorer en mano incluida).
 
 
En fin que ya nadie sabía muy bien en que mundo flotaba sin embargo es seguro que estábamos disfrutando de un auténtico repaso, en sobradas condiciones, de los 7 álbumes de estudio que forman la discografía de los navarros. Parecía que nos íbamos al descanso pero no, faltaban dos vueltas más de tuerca y decibelios a cargo de Menos Mal y La Almohada Cervical. El sudor era palpable, tanto en la banda como en toda la Capitol, y aún así me atrevería a decir que había, si cabe, más sed de música que en las cañas previas al concierto (que ya es decir).
 
El regreso no se haría esperar demasiado y lo crearían Brigi y Natxo, en taburete y acústica en mano, para escribir, bajo unos hilos de luz dibujados sobre un lienzo de sombra absoluta, el momento íntimo de la noche: "sonríe por si acaso" en Deprimido Singular y "todo estalló a su alrededor" en forma de Buitres. En este punto, la cita podría haber terminado ya, los euros estaban más que bien invertidos y las ansias de revancha sobradamente cubiertas no obstante la fortuna estaba de nuestro lado y quedaba mucha noche por delante...
 
 
Las tablas se llenan con el regreso de Rafa y Juan Karlos; el sonido acústico de las guitarras se funde en distorsión para que el tránsito a la tralla sea completamente transparente al oído medio: Por Los Siglos De Los Siglos establecería una vez más el camino hacia el bendito caos deseado. Si bien es cierto que caos es una término tan ambiguo como imprevisible por eso Me Vacío rompería los esquemas del personal con su extraña tendencia a convertir el reagge en metal. Y si alguno pensaba "más bajo no puede caer" ahí estaba ese Caer donde los armónicos de Natxo harían romper los cuellos de los más desbocados preparando el terreno para desatar la fiera en carrerilla con ese siempre demoledor El Pobre. Estaba claro que había ganas de más, los pogos se sucedían en las cercanías del escenario y ese doble bombo a todo gas apagaba toda intención de cordura para echar el freno: Imagínatelos Cagando y Sakeo daban crédito extra a una agitación tan descontrolada como necesaria en este universo musical.
 
El primer punto y final sería obra de una canción donde los ritmos cubanos se visten de metal: y es que El Sonajero nos dejaría una sonrisa en la boca de "¿qué hacen estos?" acompañada de un "por dios que haya bis" en la mente. Y claro que lo hubo porque aquí faltaban unos cuántos temas de interés general por rescatar: Sé dónde vives, El Marqués de Txorrapelada, Aquí huele como que han fumao, Mi Jefe y El Infarto harían las delicias del que teme un austero bis de dos canciones y se encuentra un grandes éxitos centrifugado a máxima potencia. 
 
 
Y de esta guisa, con la banda pisando por última vez las tablas para agradecer el apoyo del respetable, Natxo nos canta, con su voz añeja y madurada en barrica navarra selecta, ese pistolero himno de despedida que todo iniciado en Koma conoce de sobra como Bienvenidos a Degüelto.
 
Un auténtico placer haber presenciado el regreso de un grande en la música de nuestro país. Rafa no mentía, en la entrevista concedida a CanedoRock recientemente, cuando afirmaba "cada cuál que decida lo que quiera pero vamos a dar cera para dar y regalar". Hasta la próxima, Koma.