WIZZERD & MERLIN 2021

Lo de estas dos bandas de compartir disco, una cara para cada una, con una sola composición puede parecer una locura, pero creo no equivocarme cuando al final de su escucha el oyente ávido de experiencias sensoriales musicales lo va a disfrutar muy gratamente.

La primera canción “We are” de la banda de Montana (USA) Wizzerd, abren con unas acústicas Jhalen Salazar (voz) y Jamie Yeats en un crescendo adornado con sintetizadores hasta la eclosión de un riff pegadizo y la batería de Sam Moore en efervescencia total.

La voz de Salazar sale de su garganta cavernosa, estando acompañada en esta parte por la presencia en primera plana del bajo de Layne Matkovich, jugando con los alaridos en un tempo lento, llevándonos luego a un ritmo candente donde se doblan las guitarras y la batería caldea con diferentes toms esta parte; asumen el reto de llevarnos por una especie de sinfonía psicodélica muy en la línea de los Pink Floyd de Pompeya, y es aquí donde el oyente comulga con su propuesta de rock espacial grueso, esa amalgama de influencias de los setenta.

Un buen ejemplo es esa parte donde cabalgan por el desierto espacial, demostrando sus cualidades para proponer muros sónicos, ambientes envolventes, con la base rítmica de Layne y Sam llena de recursos. El final del tema nos revive a su inicio, pero con mayor peso de las guitarras eléctricas en forma de sitar y dejando que nuestra mente se vuelva a expandir.

Casi diecinueve minutos de preciosos pasajes sonoros que disfrutaran los amantes del desert rock y el space rock: Yawning Man, Big Scenic Nowhere, Colour Haze, Hawkwind.

Desde Missouri llegan estos Merlin con su mezcla experimental de Stoner Rock, funk y prog, realmente toda una locura musical que los oídos más exigentes tendrán que saborear con paciencia.

“Merlin’s bizarre adventure” se abre con unos teclados siniestros hasta la aparición de un pesado riff de guitarra y bajo junto a un tambor oscuro, mientras la voz despega cavernosas frases reverberadas.

Con este fluir nos llega un riff penetrante muy efectivo que nos llevará a una especie de estribillo muy depresivo. El tema coge empaque con nuevos arreglos en sus guitarras y batería, pero manteniendo ese sobrecogedor ritmo y ese efectivo riff hasta que…. Bum!!! Cambio de ritmo y la estela funky aparece para salir de esa oscuridad desértica, (creo que a más de un oyente le va a descolocar).

Percusiones, solos de guitarra y un ritmo Santana de los setenta sumergiéndonos a ritmo de flauta por el jazz prog de esa fascinante época. Buen riff de guitarra que es doblado por el hammond durante este largo pasaje, desembocando en otra estela funk con más brío y que dará paso a un momento psicodélico con ese teclado muy Richard Wright.

No deja de sorprender gratamente ese empate hacia un prog rock inicial de los ochenta que practicaba un inquieto Mike Olfield. Rotura abrupta para incrustarnos guitarras reverberantes antes de galopar por los ochenta de nuevo, pero con baterías electrónicas y sintetizadores, dejando espacio a la sobredimensión minimalista de sus notas melódicas. El final es un languidecer sombrío sobre esas notas melódicas de guitarra y teclado.

Pasando los veinte minutos, este tema conmoverá a los que busquen fusiones casi imposibles, sin encasillarse.     

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