Se acabó el verano...

 

Los que durante el resto del año nos dejamos seducir por los encantos de las pequeñas salas y huimos de los macro festivales de temporada (salvo alguna que otra excepción…), echábamos de menos el trajín de la liturgia semanal, el ir y venir haciendo kilómetros, esas primeras filas llenas de amigos, el contacto directo con los músicos,… en fin, todo lo que hace que la música siga viva en estos tiempos tan complicados para el rock n roll.

 

Y era de esperar que en este país de extremos la “pomada” no podía comenzar de otra manera, saturación de eventos en el primer fin de semana de octubre: El aniversario del Canedo Rock, John Mayall, Liza Colby, Imelda May, Schizophrenic Spacers, Drivin’ n Cryin’, La despedida de los Burning

 

Tocaba elegir y no resultaba sencillo.

 

Muy buena entrada. Los casi treinta y cinco años de recorrido, su extensa y variopinta discografía y las críticas excelentes de sus directos presagiaban una noche difícil de olvidar.

 

La banda se echó a caminar allá por octubre del 85 en el “688 Club” de Atlanta. Se curtió en los circuitos universitarios del sureste de los USA. Una época gloriosa para la música en Georgia ( REM, Black Crowes, Guadalcanal Diary, Georgia Satellites,…). Su carrera tocó la cima del éxito en 1991 de la mano de la comercial MTV con su álbum: “Fly me Courageous”. A día de hoy son una institución en la escena del rock n roll en los Estados Unidos. Resulta curioso que después de tantos años un grupo como los Drivin’and Cryin’ siga siendo considerado como una banda underground en Europa y podamos tener el privilegio de seguir disfrutándolos en el circuito de las pequeñas salas.

 

 

Hacía más de once años que no visitaba nuestro país. Lo hacen ahora presentando su último disco: “Live the love beautiful” (2019). En él, fruto del para algunos incómodo eclecticismo de la banda, los temas van del garaje al folk, de la psicodelia al country sin ningún tipo de complejos.

 

Los Drivin’ fundados por Kevn Kinney (voz y guitarra) han sido un ir y venir de músicos a lo largo de su historia. En la formación actual, Kinney se hace acompañar por el también miembro fundador Tim Nielsen al bajo, Dave V. Johnson a la batería y Laur Joamets a las seis cuerdas (“Little Joe” para los amigos), quien tras telonar a Rival Sons en la gira por su Estonia natal, fue invitado por la banda californiana a acudir a Nashville e incorporado a las filas de la formación de Sturgill Simpson en el 2014. Hace dos años buscando nuevos horizontes decidió incorporarse a la banda de Georgia aportando con su guitarra frescura y sencillez.

 

Arrancó la noche con la instrumental: “Space Eyes” con problemas en una de las pedaleras. Esta forma de comenzar desconcertó a más de uno, pero se sabe que las dificultades y obstáculos iniciales suelen ser una bendición disfrazada, una fuente de motivación extra que hace remontar y salir con más brío a los más tenaces. Así, una vez subsanado el asunto, todo fue in crescendo hasta la apoteosis final. Con un contundente sonido y ganas de agradar, fueron desgranando un improvisado setlist (como acostumbran a hacer) intercalando ritmos y estilos, con temas del nuevo disco: “Free aint free”, “Spies”, “Step by step”,… con clásicos: “Honeysuckle blue” “Fly me courageous”, “Straight to hell”,… y con alguna que otra versión.

 

Gratamente sorprendidos cuando vieron proyectada a sus espaldas una fotografía del recientemente fallecido Neal Casal, acabaron dedicando el bolo al guitarrista y compositor de raíces gallegas. En lo más alto de la noche Kinney se vino arriba y dejó el escenario para tocar su “Blues On Top Of Blues” entre el respetable.

 

Saliendo en dos ocasiones más, entre los aplausos del público, consiguieron cerrar una noche de rock and roll de más de dos horas que quedará para siempre en la memoria de los que allí nos congregamos.

 

Ver Galería de Fotos