Diego RJ, de El Sótano de Radio 3, y un gran Nick Waterhouse revolucionan el Outono Códax Festival a golpe de jueves. Antepenúltima e intensísima jornada que abría la batería de conciertos de la última semana del certamen dejándonos una mochila cargada de sorpresas, música de primera clase, el cuerpo medio destrozado y un recuerdo en el cerebro con etiqueta de frecuencia modulada de la que ya no se encuentra con facilidad en este planeta.

Casi 4 horas de fiesta de lo musical las que se vivieron en una Sala Capitol que lució sus mejores galas desde el minuto uno. Llenazo absoluto y gran recibimiento, a la altura, el que dieron los compostelanos a estos grandes del género.

Puntualidad de radio la que sentencia que a las 20:00, clavadas, arranque una nueva cita con el Outono Códax Festival 2023. Jueves noche, el frío insiste en llamar a la puerta en la capital de Galicia pero, en la Sala Capitol, el ambiente se presenta... diferente, muy diferente. Tenemos, nada más y nada menos, que la oportunidad de bajar las escaleras y encender la luz de El Sótano de Radio 3 para degustar, ahora sí, con todos los sentidos, una de las últimas joyas de lo sonoro que quedan en activo en las ondas: el último bastión de la serie B, de lo que se sale de la norma y de lo que, por suerte, todavía no es capaz de hacer una inteligencia artificial. Toca contarlo, vamos allá.

Ya lo hemos adelantado, sorpresas y más sorpresas nos aguardaban al otro lado; los pormenores del espectáculo elucubro que estaban, perfectamente ocultos, bajo llave, repartidos entre los estudios de Radio 3 y las catacumbas de la organización del Outono. Y el misterio se fue desvelando, tomando forma en este programa de radio, con un formato especialmente diseñado para la ocasión, que estuvo marcado, en primera instancia, por la entrevista obligada a los responsables del Outono Códax Festival. Y allí se plantó, como si lo suyo fuese el famoseo de nacimiento, un Fran Villasenín que arrancó las primeras risas del respetable con un “el festival se empezó... como todo: en los bares, entre bebidas alcohólicas...", para seguidamente explicarse, en tono más serio, con un "como si esa valentía te hiciese obviar a lo que te enfrentas". Y es que, ese pequeño grupo de amigos, se enfrentaba a un gran reto, hace ya 13 ediciones, cuando decidieron montar este festival. Y ¿para qué?, preguntaba Diego: "para traer a esta ciudad la música que nos gusta, la que nadie nos traía". Pues hasta aquí hemos llegado, añado de mi cosecha, con esa fortuna de tener, cada año, un ciclo de esta calidad en Compostela, una aldea con catedral.

Seguidamente, la maquinaria de El Sótano avanzó con actuaciones, en acústico reducido, de figuras musicales de sello galaico: por allí pasaron Néstor Pardo, haciendo gala de su enorme conocimiento de los sonidos del Delta, con un tema a capela que dejó muda a la sala, a las primeras de cambio. A éste le siguieron Óscar Avendaño quien, tras resolver problemas técnicos con el cable de su acústica (confesó, libre de culpa, que no era suya), nos hizo un adelanto de lo que sería su actuación, al día siguiente, con The Bo Dereks. Y, como no, no podía faltar, en esta celebración picheleira, la marca de la casa: Mad Martin, en este caso en formato dúo, para demostrar que en Compostela también sonamos a primera división.

Sin tiempo para pedir otra ronda, cae el siguiente invitado del programa: el californiano Will Worden, guitarrista, en esta gira, de la banda de Nick Waterhouse; presentó sus credenciales, de carrera en solitario, con tres temitas que prendieron la mecha de una sala que ya estaba a reventar, por aquel momento. Y qué gusto que se llene un recinto para poner en valor el trabajo de Diego RJ quien, cada semana, demuestra que las ondas tienen vida y carrete para largo.

Final y lógicamente, el invitado que cerró el programa, con entrevista y mini actuación a juego, fue el cabeza de cartel de la velada: Nick Waterhouse. En definitiva, se hizo, en directo, para toda España, un aperitivo de lo que vendría después; aquello que, sólo unos pocos privilegiados, disfrutaríamos "in situ". A todo esto, he de confesar que, esto del spoiler de un concierto, minutos antes del mismo, no me hacía demasiada gracia pero el futuro haría que mi descontento se tornase en gozo y después gloria, ahora me explico.

Rematado el viaje por El Sótano (no sin antes acordarnos de apagar las luces, al subir las escaleras, y de que Fran Villasenín dijese aquello de “puedo saludar”, poniendo la guinda al programa) llegaría, entonces, el tiempo muerto en la sala para el cambio de escenario. Sería, en ese intervalo, el turno para un par de DJs (desconozco el nombre de esas dos mujeres) que amenizaron, la que vamos a denominar... “la gran espera”, con una dosis de decibelios y rock&roll de considerable factura. Resaltar que disfrutaron, haciendo su trabajo, como si la fiesta en el escenario fuese el doble de la que ya se cocía en las primeras y últimas filas de la Capitol.

Y así avanzamos a la siguiente etapa: turno para retomar, ya en versión extendida, lo que serían los dos bolos de la jornada. En primera instancia fue Will Worden quien, de punta en blanco y con una bonita gretsch roja en mano, hiciese de telonero siendo el resto de componentes de la banda de Nick Waterhouse los que le acompañarían en el siempre honorable (y difícil) acto de allanar el terreno para el concierto "grande".

La música del señor Worden se centra, básicamente, en el terreno del country; un estilo que demostró dominar a la perfección y cuyo trabajo fue bien recibido por un público que, a esas alturas, ya hacía piruetas para no desbordar la Capitol. Cuánto vicio en Compostela.

Y ya con las ansias pegadas en el cristal de la jaula de espera, muriéndonos de ganas de más... y más música, con mayúsculas, tocó las tablas el Maestro: el Señor Nick Waterhouse.

Increíble, lo de este tío; es algo fuera, fuera, pero muy fuera, de lo común. Un recital. Una maldita clase magistral de cómo encender el maquinillo de los presentes, sin despeinarse. Un sobrado, vamos.

Su receta es contundente: Nick sale a comerse el micro y a enfilarnos a todos con una strato que lleva colgada cual “Johnny cogió su fusil” pero, en realidad, es mucho más que eso: se merienda la sala, literalmente hace magia y la hace porque la vibra como un enano, él solito, sobre el escenario. Y te contagia, ¡vaya si lo hace!. El tío cierra los ojos y nos lleva de paseo por su discografía y tú vas y le sigues, sin hacer preguntas. Es más, aunque hubiese venido sin banda, el resultado habría sido el mismo: un gustazo. No vi a nadie gastar demasiada lengua para charlar con el de al lado, no vi ni al tato con prisa por ir al baño; sólo vi una Capitol repleta de gente peleando por cada metro cuadrado de avance hacia la primera fila y babándose, irremediablemente, con cada tema del caballero Waterhouse.

Pero vamos a ser justos, la formación que le respalda es como llevar un backing track de los que suenan de muerte. Sobre todo, mención especial para el batería, Ben Lencourt: menudo maletón de recursos y técnica se gasta.

A todo esto, Nick venía presentando disco, The Fooler, y la verdad es que, ese aire Chris Isaak, con temas lentos, no presagiaba que fuese a ser un torrente de energía en directo; nada más lejos de la realidad: es que este genio hace de todo, y todo lo que hace lo hace… genial, sin más. Tiene clase, destila elegancia y, para más "inri", reparte grandes dosis de “te pillo y no sueltas el ritmo, vamos allá”. ¿Alguien da más?

Da igual de que canción hablemos, ni me molestaré en mencionar una, me permito ese capricho hecho licencia, disculpadme (si queréis), porque la clave de Waterhouse es coger música del siglo pasado (rock, soul, blues, swing…) y montarse su propia película; y su película es aire fresco, es personalidad, es pura energía; una maquinaria milimetrada que no falla nunca; variada, incluso dentro del mismo tema te consigue sorprender; y eso, sólo eso, todo eso, es un maldito tesoro que pocos pueden presumir de poseer y, por encima, demostrar sobre las tablas, en vivo y a la caída. Me quito el sombrero y os lo regalo.

No hay respiro, por si alguno tuviese ganas de aprovechar el descanso entre tema y tema... no existe el término parada en este jod... sarao. Es más, en ningún momento sientes que el concierto esté llegando a su fin. Da la impresión de que, este prodigio artístico, no tiene ganas de marchar nunca y de que podría estar ahí tocando... hasta el amanecer. Y, lo mejor de todo, es que da la sensación de que, a ninguno de los presentes, le importaría quedarse para verlo; aunque, con barra cerca, posiblemente carezca de mérito el hacer esta apuesta.

En resumen: Waterhouse se merece un sold out con cada nota. Y "poco" más que añadir. A fin de cuentas, esto es lo que hace que un bolo marque la diferencia, que una noche sea recordada, muy por encima de otras. Porque, por si no quedó claro, para mí, el 23 de noviembre de 2023, con Diego RJ y Nick Waterhouse, es una obra de arte para guardar en el museo de las noches que valen la pena.

Un merecido aplauso para la organización del Outono, por ese tremendo esfuerzo que siempre, no lo duden, tiene su recompensa: la satisfacción de que, todo aquel que decide embarcarse en este viaje de conocer este festival, repite al año siguiente. Os seguiremos informando.

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