El 18 de julio salió a la venta el tercer disco de Deteriorot, banda estadounidense de death metal, titulado “The Rebirth”, lanzado a través de Xtreem Music, en formato CD, cassette y digital; el vinilo tardará un poco más. Deteriorot empezaron su andadura en el año 1990; de esta época sólo sigue Paul Zavaleta, que reclutó tres músicos de otras bandas para iniciar su tercer proyecto. Además de los tres discos de larga duración, disponen de dos EP, singles y varias demos.
 
“The rebirth” sigue la onda de su último disco; es decir, partes rápidas mezcladas con otras más pesadas y densas, quizás un poco más densas en este trabajo, bordeando el doom.
 

Pues ya tenemos nueva banda galega favorita por estos lares. Proceden de A Coruña, se hacen llamar Greasy Belly y han debutado recientemente con un disco titulado “Suck The Belly In”, compuesto por diez temas, cuyos riffs de guitarra, los aproximan al boogie-rock de acento sureño.

Afortunadamente, para el que esto escribe, se alejan de las típicas construcciones soporíferas existentes en cierto tipo de rock sureño, en el que las variaciones, desarrollos instrumentales, virtuosismos varios y distorsión al 10, solapan la esencia de “la canción para ser cantada y recordada en el tiempo”.

Vamos a hacer un “experimento” en el Canedo Rock, a ver qué pasa. Y hablo de experimento, porque vamos a recomendar un disco de puro pop. Pop blandito, pero de calidad. Porque tengo la impresión de que, todavía, a día de hoy, el pop (como género) dentro de un sector de la parroquia rockera – entre la que me encuentro – se encuentra un poco denostado. Claro; muchos están acostumbrados a pensar en ese pop prefabricado en platós de televisión, en ese pop eurovisivo o en el mejor de los casos, en ese pop que solemos escuchar en los festivales más actuales y masivos. Pero sí; existe el pop de calidad con músicos que tocan sus instrumentos y visten sus temas de manera esplendorosa.

El otro día, me preguntaba un colega, si después de tantos años escuchando los mismos géneros y subgéneros musicales, mi capacidad de sorpresa no se veía mermada. Le contesté que por supuesto que sí, pero que la pasión y sentimientos que despiertan en mí esos estilos, permanecen intactos. Y es que llega un punto, cuando has escuchado tantos géneros diferentes, que no vale la pena forzar y desde luego - para el que esto escribe - esto no es una competición por ver quién es más abierto musicalmente.

Aquí se trata, nada más y nada menos, de disfrutar, de sonreír con una canción, de llorar emocionado o de bailar como un maldito. La música, como goce. No hay más. Después de probar el bacalao varias veces – por muy estimado que este sea –, de conducir un Lamborghini o de darle varias oportunidades al gran estreno cinematográfico del año, si algo no entra, no entra y vuelves a lo que te conmueve.

Uno de esos discos que me acompañan cuando salgo de jarana los fines de semana, es esta segunda obra discográfica que publicaron en el año 2008, los angelinos Prima Donna y que responde al título de “After Hours”. Mientras me cambio y acicalo, suena a todo trapo este compendio de canciones que se mueven entre el rock,n,roll y el punk-rock. Llamarlo glam-rock, si queréis.

Salimos a la carretera, destino Athens (Georgia). Allí nos esperan The Pink Stones, un sexteto que este año 2023 publicaron uno de esos discos esenciales para escuchar en los grandes espacios abiertos o en algún honky-tonk de vía secundaria en el que paremos para echar unos tragos y recordar algún enganche amoroso.

Con una producción que resucita el sonido Tulsa que eclosionó durante la primera mitad de los años 70s – con esas cadencias tan hipnóticas y sensuales – nos encontramos con un trabajo que puede compararse al que grabaron bandas de la época dorada del country-rock como New Riders Of The Purple Sage, Pure Prairie League o Commander Cody & His Lost Planet Airmen entre otras.

Las veces que discutí con colegas intentando demostrarles que el extinto dúo Pereza tenían una base de rock,n,roll, ya ni las recuerdo. Independientemente de una producción comercial acorde a los tiempos y un sonido “blando”, sus técnicas y estructuras – que aprendieron tocando en garitos desde cero, pues no han sido nunca estos unos músicos prefabricados en estudio – bebían de la escala pentatónica de blues y de los riffs que The Rolling Stones y Marc Bolan & T Rex desplegaban en sus discos.

En la segunda mitad de los años 80s y cuando La Movida madrileña declinaba, en el barrio de Malasaña, comenzaba a gestarse un movimiento que apostaba por subgéneros de influjo 60s como el rhythm,n,blues, el beat y estilos del rock más combativos como el punk-rock o el garage-rock que ya a principios de los 80s, en buena parte de Europa y en Estados Unidos, habían conocido un “revival”.

De ese ambiente, surgieron Los Potros, este quinteto que pasó a ser trío y que con el devenir de los años pasó del más absoluto anonimato a ser reivindicado entre los entendidos de los circuitos más subterráneos.