Este trío francés formado por Benjamin Monnereau a la guitarra y voz, Guillaume Arancibia guitarra y coros, y Antoine Le Gall a la batería, nos presentan su segundo trabajo, una especie de obra conceptual de seis temas en donde vamos a encontrar una paleta sonora muy diversa, pero dentro del rock setentero más pesado y esquizofrénico como el protagonista.
Así con las acústicas abren “First cantos”, una encandiladora tonadilla inicial de rock espacial de finales de los sesenta, llevándonos directos a las guitarras eléctricas y una batería llena de platos, con la voz de Benjamin algo aguda, dejando mayor protagonismo a los riffs y solos de guitarra, con esos cambios de ritmo muy stoner rock que aportan mayor pesadez instrumental en algún pasaje; ese final tan melódico hace brillar más el tema.
Segundo larga duración de este dúo de Michigan (USA), donde vuelven a desarrollar con mucha elegancia su shoegaze experimental cargado de pasajes atmosféricos.
Una melancólica intro “Yuri’s revenge” abre brevemente el álbum, para profundizar luego en un torrente sonoro cargado de profundidad en “Return”, donde la batería y synthes de Paul L Jensen cobra protagonismo, combinándose perfectamente con la espacial voz de Addison Eilers y su guitarra luminosa, todo ello engrandecido por unas melodías muy sugerentes.
Tercer larga duración de estos madrileños que vuelven a demostrar que tienen un aura especial, que la falsa etiqueta de indie que les dan es simplemente una broma de mal gusto.
Con ese inquietante piano y la voz casi susurrante de Nina en “Hopeless prayer” abren esta obra, todo un arrebato emocional al que se le une los teclados y voces de David Schulthess, para dejarnos con la piel erizada.
Le llega el turno a su primer single, “River”, composición muy característica de la banda, jugando con un medio tiempo lleno de ritmo, con Nina desenvolviéndose a gusto en su voz y con un buen solo de piano; texturas precisas en la guitarra de Paco López y una batería suave de Ekain Elorza.
Lo de estas dos bandas de compartir disco, una cara para cada una, con una sola composición puede parecer una locura, pero creo no equivocarme cuando al final de su escucha el oyente ávido de experiencias sensoriales musicales lo va a disfrutar muy gratamente.
La primera canción “We are” de la banda de Montana (USA) Wizzerd, abren con unas acústicas Jhalen Salazar (voz) y Jamie Yeats en un crescendo adornado con sintetizadores hasta la eclosión de un riff pegadizo y la batería de Sam Moore en efervescencia total.
No puedo negar que me engancharon con su EP Lavender Blues, y ahora traen su segundo larga duración, y me siguen enganchando con su desert rock tan genuino.
Gary Arce guitarra (Yawning Man), Bob Balch bajo y guitarra (Fu Manchu), Bill Stinson batería (Yawning Man) y Tony Reed voz, guitarra y teclados (Mos Generator) son los responsables de este proyecto mastodóntico.
Empezando por su tema final, “The long morrow” y sus casi veinte minutos de viaje entre piedras y estrellas te dejarán absorto desde su inicio muy The Doors, con las voces de Reed acompañado de los teclados de Per Wiberg (Opeth), que nos arrastra lentamente hacia unos pasajes donde cobra protagonismo las guitarras, con la colaboración especial de Reeves Gabriels (The Cure/David Bowie).
Sean ‘Flecha’ (un cruce entre Vincent Neil, Dan Baird y Danny Vaughn), Juan A. Sanchez bajista, Diego Leone guitarra, Fernan Benitez batería y Diego Iglesias guitarra, quieren rescatar de entre sus primeras obras sus temas más destacados, dándoles una vuelta y dejando claro que estos veinte años dan para mucho rock n’ roll.
“Hot glue” con ese aditivo riff fronterizo entre los AC/DC más clásicos y los Georgia Satellites energizados te hará espabilar de tu asiento, disfrutando de ese boogie tan característico de los australianos y con ese estribillo tan hard americano.
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